Evolución geológica, ciclos hidroclimáticos y punto de inflexión marcan la tercera jornada de SPSAS Amazonia

En el tercer día de la Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada AMAZONIA Sostenible y Inclusiva, los participantes en el curso tuvieron la oportunidad de debatir sobre la evolución geológica de la Amazonia con Paulo Eugênio de Oliveira. Paulo Eduardo De Oliveira, de la USP, habló sobre la evolución geológica que llevó a la constitución de la Amazonia tal como la entendemos hoy. Destacó el papel del gran meteorito que golpeó el Golfo de México hace 66 millones de años y desencadenó un cambio irreversible en la región Neotropical. «Aunque el meteorito extinguió a los dinosaurios, este acontecimiento fue fundamental para la constitución de la Amazonia, ya que impulsó la evolución de la flora neotropical», explicó Oliveira.

La elevación de los Andes durante el Cenozoico también desempeñó un papel decisivo en la alteración del régimen pluviométrico de la Amazonia y en la generación de la enorme diversidad biológica que alberga. «La diversificación de aves, mamíferos, insectos y anfibios se vio impulsada especialmente hace 10 millones con la nueva configuración de drenaje establecida».

De Oliveira también llamó la atención sobre las influencias marinas que afectaron a la zona durante el Mioceno (hace unos 20 millones de años). «Una prueba es la presencia de la manzana de playa en el Amazonas, una planta típica de la costa», explicó De Oliveira. La similitud entre el ADN de las marsopas del Amazonas y del Caribe es también otra pista de las grandes incursiones marinas que se produjeron en la región hace millones de años.

El sistema hidroclimático de la Amazonia junto con el reciclaje del agua y la regulación del clima en la Amazonia fue el tema abordado por Marcos H. Costa, de la Universidad Federal de Viçosa. El profesor explicó el proceso de formación de las precipitaciones y cómo la deforestación puede alterar esta característica tan llamativa de la región amazónica. «La humedad atmosférica es el elemento básico para la formación de precipitaciones, en las zonas deforestadas hay menos humedad y ciclo del agua lo que reduce el índice de precipitaciones aumenta la temperatura de la superficie del suelo, reduce la evapotranspiración, aumenta la capacidad de reflexión de la radiación, el albedo»

Luiz Aragão, del INPE, presentó datos que demuestran que las áreas degradadas (borde del bosque, áreas quemadas, fragmentos aislados) ya han superado la superficie de bosques deforestados en la Amazonia. «El funcionamiento y las especies de estos bosques son diferentes de los de un bosque natural», explica Aragão. Conocer la heterogeneidad de la estructura de los bosques amazónicos es fundamental para calcular el balance total de carbono, porque los bosques degradados reducen la cantidad de carbono que almacena un bosque primario. «A menudo vemos que estos bosques pueden recuperar la altura media, pero no la biomasa, porque las especies que colonizan la zona tras la perturbación son ‘bosques ligeros'», añade el investigador.

Paulo Artaxo, de la USP y miembro del IPCC, puso al día al grupo en relación con los datos más recientes de los organismos internacionales que evalúan y vigilan los cambios climáticos. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) de la ONU presentó un informe al inicio de la COP27 en Egipto en el que señalaba que la media mundial de CO2 global está aumentando. Entre los gases de efecto invernadero, el CO2 sigue a la cabeza con un 66%, seguido del 16% de metano.

Brasil es el séptimo país en emisiones de CO2, el sexto en emisiones históricas y el cuarto en emisiones per cápita. «Es posible que Brasil también tenga que repartirse la factura del cambio climático,

La variación de la concentración de gases de efecto invernadero genera numerosos cambios sistémicos en el planeta. Entre ellos, el investigador destacó el cambio en el equilibrio energético natural del planeta. «Hace 300 años, toda la energía que entraba, salía. Ahora ya no. Estamos cambiando la tasa de rentabilidad». Hasta ahora, el aumento medio de la temperatura del planeta ha sido de 1,2 grados. Sin embargo, como explica el investigador, esto ocurre porque la mayoría de las superficies son de agua, que tarda más en calentarse, a diferencia del continente, que ya convive con aumentos de temperatura media por encima del límite de 1,5 grados, el objetivo fijado en el acuerdo de París.

El aumento de la temperatura modifica la circulación del vapor de agua en la atmósfera. Modifica el flujo de vapor de agua y, por tanto, el régimen de precipitaciones. «Imaginemos que un solo gas fuera capaz de cambiar en gran medida el equilibrio energético del planeta». Para Artaxo, todo indica que estamos llevando al planeta hacia un calentamiento que debería oscilar entre 3 y 4,5 C.

Y termina con la provocación «¿Existe un punto de inflexión global?», es decir, ¿sería posible llegar a un punto irreversible de restauración del planeta?

Por último, Simone Vieira, de Unicamp, aportó información de la Mata Atlántica como contrapunto de una selva tropical históricamente muy explotada y ocupada. El Amazonas tiene más biomasa por encima del suelo que el Bosque Atlántico, principalmente debido al tamaño de los árboles del Amazonas que pueden alcanzar de 40 a 50 metros, pero el Bosque Atlántico tiene unas dimensiones increíbles teniendo en cuenta las condiciones de la región. «El Bosque Atlántico es un bosque inesperado, ya que crece en terrenos en pendiente, con suelos poco profundos, pobres en nutrientes y muy ácidos. Pero estos bosques tienen un gran potencial para almacenar carbono en el suelo, a diferencia del Amazonas, que almacena mucho carbono en sus troncos».

Y todo el carbono acumulado en el suelo puede pasar fácilmente a la atmósfera. El aumento de la temperatura incrementa las tasas de descomposición y provoca la liberación a la atmósfera de este carbono almacenado en el suelo. «Tenemos una bomba de carbono en el suelo del Bosque Atlántico. Mientras esté almacenado es estupendo, pero este stock también es muy sensible a las variaciones de temperatura», complementa el profesor Carlos Joly, de la Unicamp y coordinador de la Escuela.